viernes, 7 de enero de 2011

Bocados del mundo deshabitado


La cuestión es la siguiente: que no estés no quiere realmente decir que no estás.

Voy descendiendo por escaleras de caracol agarrada a la barandilla y descalza, no sea que la suela de unos eventuales zapatos me impidan sentir dónde termina cada escalón.

Y escalo por las inclinadas laderas de elevadas dunas, casi sin avanzar, que cada paso me entierra las piernas en la arena, hasta las pantorrillas.

La luz sigue siendo blanquecina y empiezo a intuir que estoy rodeada de seres invisibles que me sirven el café entre libros, exprimen las naranjas de mi zumo y sintonizan el jazz de Sarah Vaughan en la emisora de la mañana.

Las voces que me acompañan y elevan mi espíritu —creyendo en mí— no consiguen crear con nitidez los límites visibles de sus perfiles. El eco hace carambola zigzagueando entre mi estómago y mis caderas, y yo miro sin ver y hasta en las paredes blancas se refleja tu mirada, cual milagro inglés y amarillo.

Porque la cuestión es la siguiente: una cosa es que no estés y otra muy distinta es pretenderlo.

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